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Fache, confundido, frunció el ceño.

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La suma era aproximadamente la misma en dólares. El rostro que vio al otro lado era alargado y ojeroso. Sin embargo, los recuerdos atenazaban su alma. Saunière levantó las manos para protegerse. Vas a tener que exhumar todas tus fuerzas si quieres ayudarme a construir esta iglesia. Fache lo observó. No se lo pregunté. Las galerías, por lo general muy perfectamente iluminadas, estaban muy oscuras aquella confusión.

El código numérico no significa nada. Búsqueda a Robert Langdon. Hablame por whatsapp con el texto de mi nombradía Yana! Esta noche. Langdon se quedó junto a los lavabos, observando desconcertado a la criptógrafa de la Gendarme Judicial.

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Sí, lo veía desde ahí, el camión había frenado y estaba girando por el puente. Sin embargo, el globo al que accedió no era para nada como esperaba. Era Sophie Neveu, con los ojos verdes llenos de temor. Curiosamente, aquel hecho coincidía en el tiempo con la supuesta transferencia de mil millones de dólares que la secta habría realizado a favor del Instituto Vaticano para las Obras Religiosas —vulgarmente conocido como Banca Vaticana—, para impedir su vergonzante bancarrota. Últimamente, en una novela que le déficit tanto a la divinidad femenina, sería un olvido imperdonable que no mencionara a las extraordinarias mujeres que han iluminado mi vida.

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En ella había un teléfono de París y una extensión. Su abuelo intentó desesperadamente ponerse en contacto con ella, le envió cartas y notas en las que le suplicaba que se reuniera con él para poder darle una explicación. El famoso esbozo consistía en un círculo perfecto dentro del que había un hombre desnudo Agenciárselas a Robert Langdon 58 13 Durante unos segundos, se quedó mirando desconcertado aquel post scriptum de Saunière: «Buscar a Robert Langdon.